AMELIA DE LA TORRE el exilio que cambió su vida

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Hoy se siguen viendo algunos de los vástagos teatrales, de lo que fueron auténticos maestros de las tablas. Sagas familiares que llevan el teatro en las venas, y que han dejado a este país una amplia filmografía para seguir disfrutando de ella. Una de ellas es Amelia de la Torre, guadalajareña, de la localidad de Illana, que vino al mundo la primavera del año 1905.

Quienes la conocieron cuentan, que desde muy pequeña la gustaba recitar poesía en el colegio, y era tal la maestría con la que lo hacía, que con tan ocho años fue elegida para recibir a Manuel Brocas, diputado por Pastrana, en una de esas visitas políticas que se hacían en aquellos tiempos.

Este entretenimiento para sus momentos de ocio, comenzó a ser una auténtica pasión, a la que decidió dedicar su vida. Puso sus ojos en otra mujer a quien tomó como modelo, Margarita Xirgú, que por aquel momento representaba obras de Jacinto Benavente, Calderón de la Barca, Pérez Galdós o los hermanos Álvarez Quintero. Precisamente con Jacinto Benavente fue con quien, Amelia, debutó en la compañía de Xirgú, a los veinte años. A  partir de ese momento su vida quedó unida hasta el último de sus días con el teatro.

El amor de Margarita Xirgú por la escritura de Federico García Lorca, la lleva a poner sobre las tablas las obras del granadino y a representar Yerma en Buenos Aires con éxito. De vuelta en España, Xirgú, pone en marcha Doña Rosita la Soltera. Era el año 1935 y Amelia de la Torre lució en el escenario como nadie, por lo que en 1936 cuando la directora decide repetir la experiencia, vuelve a pensar en Amelia para ello, pero esta vez eran las Bodas de Sangre y para ello se lleva hasta tierras Argentinas a Amelia de la Torre.

El viaje que Amelia había preparado para una estancia de 6 meses se transformó en una residencia obligada durante 14 años. El inicio de la Guerra Civil, el asesinato de Lorca y la cruz puesta sobre todos aquellos que difundieron y representaron sus obras fue su sentencia, aunque al otro lado del charco, las obras del genial escritor granadino, seguían teniendo éxito en parte, gracias a la directora Xirgú y también en parte gracias a la maestría de Amelia, que se atrevió a llevar a escena incluso a otros escritores proscritos por el régimen franquista, como fue el caso de Rafael Alberti, a quien interpretó en «El adefesio» en 1944.

Durante su exilio de 14 años Amelia, que había ido soltera hasta Argentina, conoció a Enrique Diosdado. Otro de esos grandes actores de la época, que acababa de separarse de su primera esposa y era padre de una niña llamada Ana Diosdado.

La muerte prematura de la madre de Ana, hizo que Amelia le profesase el amor que se da una hija. Así el ostracismo sufrido durante ese periodo de 14 años convirtió a la joven, Amelia de la Torre, en una actriz consolidada, casada y madre a su vuelta a España.

Enrique, Ana y Amelia siguieron dedicando su vida al teatro, siempre que fue posible juntos y fueron muchas las veces que Amelia y Enrique trabajaron en escenas de las obras de Ana.

Interpretó a Benavente, Casona, Pemán, Jardiel Poncela, Lope de Vega, Gala y Bertold Bretch entre otros compaginando cine, teatro y televisión.

Su último trabajo en teatro Las amargas lágrimas de Petra Von Kant. Su última película La vaquilla; aunque se le recuerdan las interpretaciones realizadas para su hija Ana en televisión, como en Anillos de Oro y Segunda enseñanza, que vinieron a sumarse a la ya larga lista de títulos dentro del Estudio 1 de TVE.

Personalmente inolvidable, y por ello imperdonable silenciarlo, su magistral interpretación de La Celestina, de Fernando de Rojas, junto a Julián Mateos y Elisa Ramírez.

Todo un trabajo, realizado por una alcarreña, que dejó una ingente cantidad de semillas cuando falleció el 12 de julio de 1987.

P. Moratilla


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