El Palacio del Infantado de Guadalajara

El Palacio del Infantado de Guadalajara

Cada una de las cinco capitales de provincia tiene su seña de identidad. Si decimos Toledo es inevitable tener el reflejo mental de la Puerta de Bisagra. Si decimos Albacete ahí están “Los Redondeles”. Si alguien escucha hablar de Cuenca, rápido aparecen las Casas Colgadas y con Ciudad Real la “Casa del Reloj”.

Con Guadalajara además de aparecer el Palacio del Infantado, vienen a la memoria la cantidad de papel, jurídico e informativo que han ocupado sus muros.

Un palacio calificado como único en su género que fue levantado por Juan Guas y Egas Coeman, a instancias precisamente del duque del Infantado, D. Iñigo López de Mendoza y Luna, en el año 1480. Bajo el reinado de los Reyes Católicos.

Se trata de una mezcla entre palacio y fortaleza, en la que se mezclan varios estilos arquitectónicos, que demuestran fehacientemente que en él trabajaron cristianos y musulmanes y en el que se celebraron las bodas de Felipe II y Felipe V.

Para conocer su historia, tenemos que llegar hasta llegar a Pedro González, cuya familia era de Vitoria, pero él se convirtió en el primer Mendoza nacido en la Alcarria, en tiempos de Alfonso X El Sabio.

Su palacio fue heredado por Iñigo López de Mendoza y Luna, marido de María de Luna y Pimentel y yerno por tanto de Álvaro de Luna, quien decidió levantar sobre él una nueva edificación en el año 1480. Antes de terminar el siglo XV, el edificio había sido concluido.

Un diseño espectacular le hizo objetivo para la celebración de bodas reales, como la acaecida en 1560 entre Felipe II e Isabel de Valois.

Permaneció, aún sin inquilinos que lo ocuparan, hasta que en el siglo XVIII, (año 1738) la viuda del rey Carlos II, Mariana de Neoburgo, que había sido exiliada a Bayona (Francia), es autorizada a volver a España y elige este edificio como su nueva vivienda, ocupándolo hasta su muerte, tan solo 2 años más tarde.  

Ese mismo año, en los esponsales de Felipe V con Isabel de Farnesio, el palacio vuelve a ser elegido como escenario nupcial.

Cuando la Corte se desplaza a Madrid, los Mendoza deciden cambiar su lugar de residencia, dejando el palacio abandonado hasta que en el siglo XIX, el 15º Duque del Infantado, Mariano Téllez-Girón, hizo una venta/cesión de la mitad del palacio al Ayuntamiento de Guadalajara.

Posteriormente duque y Ayuntamiento ceden al Ministerio de la Guerra el espacio, para ser utilizado como colegio para huérfanos de militares.

El 6 de diciembre de 1936, el Palacio fue bombardeado por la aviación franquista, durante la Guerra Civil, quedando completamente arrasado.  

En 1961, una vez finalizada la contienda, termina la cesión al Ministerio de la Guerra. El duque incapaz de restaurarlo, cede de nuevo la propiedad, esta vez, a la Diputación de Guadalajara, reservándose una zona para vivienda y archivo familiar.

P. Moratilla


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