LOS OYENTES PREGUNTAN por el origen de la palabra «copón»

Cuando me retrotraigo a mi infancia y viene a mí el recuerdo de mis abuelos, es inevitable recordar algunas de esas expresiones que solo usaban ellos. Palabras que nunca más las escuché en la boca de otros. En mi abuelo toledano era habitual escuchar la palabra “jabatita” mientras que en mi abuelo madrileño lo más común era escuchar la palabra “chicucha”, ambas dichas con todo el cariño del mundo.

Con las expresiones mal sonantes, pocas veces utilizadas por ellos, ocurría lo mismo. A veces oía un “Me cagonla”, o un “laordiga”, pero lo que tenían en común es que ambos pronunciaban con fuerza la palabra “copón”.

Cuando se le quería dar más fuerza se acompañaba de “bendito”.

Copón siempre fue una palabra que me sonó muy grande. No llegaba a ser una palabra malsonante y siempre traía a la mente una exageración.

“Hace un frío del copón” o “deja eso ya copón”. En el primer caso para avisar que el frío no era “normal”, sino que era “muy frío”, casi para helarte. Cuando el frío era del copón, lo mejor era ponerse el abrigo, la bufanda, el gorro y los guantes.

Sin embargo cuando te decían “deja eso ya copón”, era lo mismo que decirte “que pesadita estás… déjalo ya anda… cansina”.

Hoy, me pregunta un oyente de dónde viene la expresión “copón” y la lógica nos da la respuesta.

Para la Real Academia de la Lengua, “copón” es el vaso sagrado con forma de copa grande que contiene las hostias consagradas e incluso hay quien así llama al as de copas de la baraja española.

Junto a ella y durante mucho tiempo, ha sido una expresión malsonante la de “la hostia”, que normalmente utilizamos para decir algo bueno de algo o alguien. Por ejemplo, “esa casa es la hostia”, que vendría a decirnos que tiene algo sensacional, maravilloso o precioso, tal vez por su tamaño, por sus materiales o simplemente por su diseño, pero “es la hostia” es que es envidiable, es el sumun de la exquisitez.  

Pero “hostia” también es una expresión que surge cuando alguien nos da un susto.

En otro tiempo estas expresiones, copón y la hostia, eran consideradas “blasfemias”. Significaban todo un atentado contra la iglesia y la religión, en un tiempo en el que el clero, no era todo lo amable, simpático ni cariñoso que requería su puesto, sino más bien todo lo contrario y vestidos de inquisidores se empeñaban en imponer a la ciudadanía usos, costumbres y modo de vida, con sometimiento pleno a la religión.

Por eso tal vez, por enfado o por provocación, alguien dijo alguna vez “me cago en la hostia”, que era lo peor, de lo peor que podía escuchar un prelado y como siempre hay alguien que la quiere “más grande”, frente al que se cagaba en la hostia, llegó el que se cagó en el copón, porque si malo era tener la osadía de hacerlo contra una oblea que simbolizaba el “cuerpo de cristo”, siempre sería más grave hacerlo en el copón, que contenía un buen número de ellas.

La palabra “copón” al principio de una frase consigue llamar la atención del interlocutor esperando algo “grande”, y si la oímos al final de la frase, a modo de colofón, dará más fuerza a nuestra expresión. De ahí que se pueda decir lo de “copón, que pronto has venido” o “qué frío hace copón”.

Y en esta mezcla de recuerdos y reflexión, ahí tiene su respuesta, Paco de Tarancón.

P. Moratilla


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