PEPINO y la encina de doña Germana

Cuenta la leyenda que Pepino, en Toledo, se llama así porque allí vivió un labrador al que llamaban Alonso Pepino, ya que antes se llamaba Aldeanueva de Talavera, de la que efectivamente fue aldea a una distancia de tan solo 8 kilómetros siendo propiedad del Arzobispado de Toledo.

El crecimiento de esta localidad es vertiginoso en todos los sentidos. En el año 2011 tan solo contaban con algo más de 1.000 vecinos, hoy son más de 3.000 los que lo pueblan, pero es que además se sitúa como la quinta localidad de Castilla-La Mancha y el segundo pueblo de la provincia de Toledo con mayor renta per cápita, según  la Agencia Tributaria. Dato que chocan frente el puesto número 56 en el que se sitúa su localidad vecina, Talavera de la Reina que en el ranking provincial ocupa el puesto número 24.

El término municipal presume de una encina centenaria que tiene 10 metros de diámetro de copa y 15 metros de altura, actualmente abierto en dos y que amenaza con partirse. Le calculan una vida de 500 años y se le conoce como encina de doña Germana.

Debe su nombre a Germana de Foix, la mujer que ocupó el lugar de Isabel en el corazón de Fernando, reyes de Castilla, cuando este quedó viudo.

Germana era sobrina del rey francés Luis XII y se casó con Fernando cuando tan solo contaba con 18 años. Quedó viuda muy joven y tuvo una relación amorosa con el sucesor de la corona Carlos I, nieto de su esposo e hijo de Juana a la que llamaban “La loca”, con el que tuvo una hija que nunca fue reconocida como infanta.

Para limpiar su imagen la obligaron a casarse con Juan de Brandeburgo, miembro del séquito personal del rey, pero volvió a enviudar. Es en este tiempo cuando Germana anduvo por tierras talaveranas, y de este tiempo dicen que es esa encina centenaria que según cuenta la leyenda ella misma ordenó plantar.

El rey necesitaba alejar a Germana de la corte y mandó un nuevo matrimonio, esta vez con el Duque de Calabria, al tiempo que los nombraba Virreyes de Valencia.

Germana fue a vivir a Valencia donde murió a los 48 años, pero su encina sigue en pié en la localidad toledana de Pepino.  

P. Moratilla


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