MOCHALES y el médico “Tararí”

Mochales (Guadalajara) tiene su plaza mayor dedicada a Antonio Alba, considerado como uno de los héroes de la Guerra de la Independencia. Tras el saqueo reiterado, hasta en cuatro ocasiones, realizado por los soldados de Napoleón; Antonio iba sustrayendo mercancías para evitar el hambre en el pueblo, y lo hacía a espaldas de los franceses, hasta que fue sorprendido por los soldados enemigos y ahorcado detrás de la iglesia. El pueblo reconoció su gesto en 1982 poniéndole su nombre a la plaza mayor de la localidad.

Este pequeño pueblo de 40 vecinos tenía, a mediados del siglo XIX, 20 telares de lienzo y contaba con varias canteras de yeso blanco y negro además de jaspe de todos los colores.

Está situado en el valle del río Mesa, un lugar de paso entre Castilla y Aragón que en el siglo XV pertenecía a la familia Mendoza de Molina de Aragón, como concesión real. Cuenta con los restos de un castillo construido sobre una roca que fue residencia de señores y alcaides, uno de ellos Pedro Carrillo de Mendoza que falleció allí mismo en 1556.

Pero si hay algo que define a Mochales es su “originalidad”.   

La localidad cuenta además con el conocido como Túnel Subterráneo de la Mina, que perfora y atraviesa la masa rocosa de un cerro. Cuentan que una tormenta inundó la parte baja del pueblo, y con ello murieron cientos de animales, unos ahogados y otros arrastrados por el agua. Esta fue la razón que les llevó a construir una galería de 200 metros de longitud atravesando el cerro, cuya finalidad es la recogida del exceso de agua de lluvia para conducirla fuera del núcleo urbano. Esta obra fue realizada mediante picos y barrenas a principios del siglo XX.

Aún hoy sus gentes siguen contando la historia del “médico Tararí”, a quienes algunos se atreven a poner nombre: Eugenio Díaz Torreblanca. Un hombre formado en Alemania, alto, rubio y de ojos azules, que llegó a Mochales a mediados del siglo XX. Salía de los cánones conocidos hasta entonces en el pueblo, por lo que fue considerado “raro”, sobre todo por su acento alemán. Las gentes del pueblo llegaron a estar convencidas de que aquel hombre había venido huido de su patria por ser “nazi”.

Lo cierto es que el médico se hizo una casa-choza, aprovechando una grieta de la roca, en la montaña e instaló un artilugio a base de cuerdas y poleas para que los vecinos pudieran avisarle desde la plaza del pueblo cuando su presencia se hacía necesaria. Esa cuerda accionada en la plaza, hacía sonar una campana de su cueva, donde vivía rodeado de animales.

Cada vez que los vecinos querían conocer algo más del médico y le preguntaban por su vida privada, su respuesta era siempre la misma “tararí-tararí” de ahí le viene el nombre.

Años más tarde se trasladó a Argecilla, donde vivió hasta su fallecimiento en 1979.

P. Moratilla


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