VILLAMUELAS y el esparto

Villamuelas fue propiedad de la iglesia toledana, desde el arzobispo Ximénez de Rada, en el siglo XIII que se ocupó de su repoblación , y hasta que Felipe II lo vendió a Álvaro Alcocer en el siglo XVI.

Está situado en la comarca de la Mesa de Ocaña, forma parte de la Vega del río Algodor, que atraviesa su término municipal.

Un río que nace en pleno corazón de La Mancha, en los Montes de Toledo, en el término municipal de Retuerta del Bullaque, para regalar sus aguas al Tajo, ya en la localidad de Aranjuez.

A lo largo de su cauce, hay dos embalses, uno de ellos El Castro, también conocido como “pantano de Villamuelas. Un pequeño embalse con tan solo 8 hectómetros cúbicos, que fue inaugurado en 1974. El otro es el pantano de Finisterre, con 133 hectómetros cúbicos e inaugurado en el año 1977.

Pascual Madoz, decía de Villamuelas que tiene un clima templado con afluencia de “todos los vientos”, formado por tierras de labor y berrocales. Así se conoce a esos espacios salpicados de berruecos, o peñas aisladas de granito, para terminar diciendo que se trata de un terreno desigual y arenisco.

Durante mucho tiempo los villamueleros se dedicaron a la transformación del esparto en sogas y esteras que eran vendidos en los pueblos de alrededor.

Esta actividad ocupó en la localidad a familias enteras hasta bien adentrada la década de los 60. Algo que no es de extrañar, ya que las cuerdas de esparto fueron consideradas en los años 40 como “fibra nacional” y su producción era controlada por el Gobierno central y los Ayuntamientos.

Pero la aparición del plástico en los años 60 relegó al esparto a una producción residual. Hoy se destina fundamentalmente a la producción de estopa, esparto agrícola y en menor medida a la artesanía.

Han tenido que pasar 60 años para llegar a la conclusión de que tal vez hubiera sido  mejor, para el medio ambiente, mantener la cultura del esparto, que la de los plásticos.

P. Moratilla


Deja un comentario