MASCARAQUE y la familia Padilla

Mascaraque (Toledo) está situado en los Montes de Toledo y tiene su origen en la dominación árabe, momento en el que se levantó una construcción que llegaría a ser la Casa-fuerte-palacio de Juan de Padilla.

La familia Padilla reconstruyó, sobre una casa morisca preexistente, un castillo en el siglo XIV y se mantuvo viviendo en ella hasta el siglo XVII. Este acondicionamiento comenzó con Sancho Padilla. Durante la construcción de la torre del homenaje, se descubrió que esta quedaba fuera de la tierra labrada y Enrique IV ordenó su derribo, pero no fue acatada la orden. Un poco más tarde, las monjas del Monasterio de Santo Domingo el Real de Toledo, denunciaron de nuevo la construcción, pero tampoco se hizo caso  y las obras continuaron.

A principios del siglo XVI se ocupó como vivienda por Pedro López de Padilla, hijo de Sancho y padre del comunero Juan de Padilla. Posteriormente Juan heredó todos los bienes de su padre y residió en este palacio junto con su esposa, María Pacheco, durante largas temporadas, pero su corto destino y una muerte violenta fruto de las revueltas comuneras le llevó a no dejar descendencia por lo que el castillo pasó a manos de su hermano.

Los Pacheco fueron pasando uno a uno por la propiedad hasta la última de la familia en ocuparlo, Ana Sande y Padilla, que fue nombrada duquesa de Abrantes en el siglo XVII, dejando en ese momento el castillo abandonado y con él los pentáculos de Salomón en puertas y ventanas. Unas estrellas de cinco puntas a las que se atribuye poder contra los peligros y que fue utilizada por alquimistas, cabalistas y nigromantes para evitar la intervención del maligno.

Durante la Guerra de la Independencia el castillo fue utilizado como cementerio, momento histórico en el que los franceses quemaron todos los archivos municipales, por lo que se conocen pocos detalles de la historia del lugar. Lo que sí se sabe es que en tiempos de las Guerras Carlistas, Mascaraque fue la única población que se negó a entregar los suministros solicitados por los sublevados, razón por la que en el escudo de armas de la villa, aparece el lema “no temieron”.

En este lugar vieron la luz primera el pintor renacentista Juan Correa de Vivar, en el siglo XVI, y Pablo Manzano, en el XIX, pintor costumbrista. Además, aquí vivió durante mucho tiempo Daniel Garbade, pintor, fotógrafo e ilustrador suizo, nieto de Paul Lachenal, un mecenas del arte que ayudó a proteger los cuadros del Museo del Prado durante la Guerra Civil.

P. Moratilla


Deja un comentario