LAS PEDROÑERAS: Los vampiros y los ajos.

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En lo que confluyen todas las historias de vampiros, es en que estos no atacan cuando hay ajos cerca, por lo tanto el lugar más seguro: Las Pedroñeras. Allí hay grandes vegas, cerrojos y monte de carrasca. Se permite respirar el aroma fresco del Záncara que lo atraviesa dotándolo de vida. Aquí los largos colmillos de los vampiros son sustituidos por unas preciosas sonrisas,  las capas negras por las faldas al vuelo de las bailarinas, los alaridos de miedo por unas alegres jotas y el olor de la sangre, por el puro olor de ajo.

No diré nombres, pero conocí una vez a una persona que bajo su apariencia elegante y belleza inestimable, portaba siempre una cabeza de ajo envuelta en papel de aluminio como amuleto para evitar el mal que pudieran hacerle. Siempre entendí esta manía, porque su belleza e inteligencia despertaba muchas envidias insanas.

De todas las figuras esotéricas, extrañas, anómalas o atípicas que se pasean por las calles en los días de halloween, nos quedamos con los vampiros, esos que no deben pisar jamás en Las Pedroñeras. ¿Cuál de ellos tendrá la osadía de adentrarse en un municipio al que llaman la capital del ajo? Sobre su existencia se arremolinan historias e historietas que pueden hacer dudar en mayor o menor medida al oyente según la intención de su creencia, porque es evidente que creerás en ello tanto como tú quieras creer.

En lo que confluyen todas las historias de vampiros, es en que estos no atacan cuando hay ajos cerca. Llegados a este punto, uno se plantea, si aquellos a los que no les gusta el olor del ajo tendrán algo de vampiros y por eso nunca van a Las Pedroñeras. Por pura lógica con esta reflexión estaría la contraria, quienes comen ajo con frecuencia no tienen vampiros cerca. Seguramente esta es la razón por la que los castellano-manchegos nunca hemos visto uno. ¿Quién se comería unas migas al pastor, una sopa castellana o unos peces al guiso del pescador sin ajos? …

Teniendo en cuenta todos estos datos, lo mejor sería recomendar a todos aquellos que tienen miedo de los vampiros que se paseen por el municipio conquense de Las Pedroñeras, sobre todo el último fin de semana de julio en el que se celebra “La Feria Internacional del Ajo”.

En las Pedroñeras se pueden contemplar grandes vegas, cerrojos y monte de carrasca. Te permite respirar el aroma fresco del Záncara que lo atraviesa dotándolo de vida, alegría, sonidos. Aquí los largos colmillos de los vampiros son sustituidos por unas preciosas sonrisas. Las capas negras, por las faldas al vuelo de las bailarinas. Los alaridos de miedo, por unas  armoniosas y alegres jotas. Y el olor nauseabundo de la sangre, por el puro olor de ajo.

Si esto fuera poco, uno siempre puede apuntarse al cántico de jotas con aquello de “Cada vez que te veo se me endereza… la punta del pañuelo de mi cabeza…”

P. Moratilla

Artículo escrito para CMM Programa «Las dos miradas»


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