Unidas Podemos: Entre todos la mataron y ella sola se murió.

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Castilla-LaMancha esperaba que José García Molina diera algún tipo de explicación sobre los resultados de las últimas elecciones pero, lejos de ello, el líder morado presentó su dimisión con la que se solidarizaron todos los miembros de su equipo. ¿Palabras? Ninguna. Hechos aunque discordantes puesto que la dimisión ha sido del partido pero no de las instituciones. Por el otro lado cuando ya casi nos habíamos olvidado de Llorente por sus ausencias reiteradas los últimos días de legislatura, sale de su rincón para mostrar su desacuerdo a través de una misiva en la que sin querer, o tal vez queriendo, firma como «diputado»  y «portavoz», cuando debería decir «ex-diputado» y «ex-portavoz».

Primero fueron las ausencias y después las discrepancias, hasta que se inició una guerra abierta entre los dos diputados de Podemos que ahora se culpan mutuamente de los nefastos resultados de las últimas elecciones autonómicas.

Primarias y pugnas entre Molina y Llorente que han sembrado, durante toda la legislatura, dudas y descréditos. Ahora tras la resaca electoral y los análisis de la formación «a puerta cerrada», quien se apartó del núcleo de poder de Unidas Podemos en Castilla-La Mancha, redacta con sumo cuidado el veneno que guardaba dentro. Atrás quedaron reproches y ausencias en reuniones donde se intentaba pactar unos presupuestos con el PSOE y por delante se otea una guerra sin cuartel para ostentar el nuevo liderazgo de la formación morada, guerra que se acaba de iniciar desde Guadalajara.

Mientras Llorente consideraba suficiente el acuerdo de investidura con el PSOE, Molina defendía su entrada en el Gobierno de García-Page. Posturas que, confundidas o no, se encontraban enconadas en las mentes de los dos diputados regionales de Unidas Podemos y menos mal que solo eran dos. A partir de ese momento se anuncian aperturas de expedientes de manera reiterada. Primero al ser acusado por sus compañeras de partido el ex-diputado y ex-portavoz, David Llorente, de «trato machista y discriminatorio«. Después, con premeditación veraniega, Llorente anuncia la salida de la formación, del Gobierno de García-Page, para a continuación quedar desautorizado por la secretaria de organización, María Díaz, al afirmar que Llorente «no habla en nombre de Podemos«.

La última etapa, la más convulsa si cabe, con las ausencias del ex-diputado de Guadalajara en las votaciones del Pleno de las Cortes y también de las Comisiones Parlamentarias, llevaron a la Díaz a afirmar que el diputado de Podemos «negociaba con el PP sus ausencias«.

Los ciudadanos, espectadores de la riña, podrían pensar qué temas se dejaban para ser debatidos de manera interna, porque realmente se aireaban trapos sucios día a día ante los micrófonos de los medios de comunicación, por parte de uno y otro bando. No era necesario convocar al Consejo Ciudadano, porque realmente el debate estaba en la calle.

Con todo esto en la mochila, la estampida de los presupuestos, el viaje al Parlamento Europeo de Molina para hablar de Seseña, el de Cataluña para reunirse con Junqueras y hablar de independentismo y la penosa campaña electoral ¿Aún se pregunta la formación morada que fue lo que pasó para perder más de 60.000 votos?

Dicen, que trabajar en equipo te permite echar la culpa a otros. Pero lo que es cierto, es que echar la culpa a otros de los errores propios denota una importante falta de madurez.

P. Moratilla

Para Dclm.es

 


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