Pelayo Quintero Atauri y su dama de Cádiz

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El 26 de junio de 1867 nació en Uclés (Cuenca), Pelayo Quintero Atauri, uno de los padres de la arqueología española, a quien llaman el Indiana Jones de Cuenca.

Hijo del gobernador de Cuenca, su amor por los libros le llevó a completar sus estudios de Derecho, Filosofía y Letras e Historia además de Dibujo. Precisamente esto último fue lo que hizo de cordón umbilical con su pasión por la arqueología. Su tío Román García Soria, era investigador de antigüedades, así se llamaba el oficio en aquella época, por lo que desde muy pronto Pelayo acompañaba a su tío en sus expediciones al objeto de dibujar cuantas piezas encontraba en los alrededores de Uclés, hasta que llegó a tener tantas y de tanto valor que propuso hacer un museo en el Convento de los Caballeros de Santiago.

Su fijación con rescatar la memoria del pasado llevó a Quintero a descubrir en 1892 la cueva prehistórica de Segóbriga de la que publicó un trabajo con sus ilustraciones incluidas, pero la falta de presupuesto o de interés del momento hizo que en 1904 comenzase a moverse por la geografía española en busca de nuevos “tesoros”. Hasta 1907 en que dejó de excavar en Uclés.

Sus conocimientos y profesionalidad declarada y manifiesta le llevaron a ostentar importantes cargos relacionados con la historia y la arqueología además de ser profesor en Granada, Sevilla y Cádiz. Este último lugar llamó especialmente su atención al haberse encontrado de forma fortuita, en unos trabajos de desmonte, un sarcófago fenicio masculino del siglo V a.C.

Este debió ser uno de los motivos por los que eligió esta provincia para su residencia y se construyó una vivienda a un kilómetro del lugar donde se había encontrado el sarcófago masculino, con la completa seguridad de que tenía que existir la pareja de este. Durante toda su vida buscó el sarcófago femenino obteniendo múltiples y valiosos resultados arqueológicos, pero no a la mujer que buscaba. La leyenda cuenta, que era tal la obsesión que tenía, que se le aparecía la mujer en sueños.

En 1939, ya finalizada la Guerra Civil y con 70 años de edad, se exilió voluntariamente a Marruecos, por sus discrepancias políticas con los “vencedores” de la contienda, donde continuó con su labor como impulsor de la arqueología norteafricana. Allí fundó y fue director del Museo Español de Tetuán y residió hasta sus últimos días en 1946, donde murió sin encontrar la dama de sus sueños…

El 26 de septiembre de 1980 la ciudad de Cádiz amaneció con el ruido de las excavadoras que se disponían a levantar el terreno del jardín de la casa del arqueólogo, precisamente donde había hecho plantar algunas palmeras. Esta vez las excavaciones no eran arqueológicas sino de mera construcción de un nuevo bloque de pisos.

Un ruido seco hizo que el conductor parara la máquina y metiera la mano para ver con qué había chocado la pala. Allí se encontró con el mármol blanco del sarcófago femenino que sin duda era la pareja del primero. Ambos realizados en la ciudad fenicia de Sidón, ambos inspirados en los egipcios y ambos ejecutados por los mismos artistas griegos.  Ambos son los únicos de estas características en toda España… ambos vuelven a estar juntos 16 siglos después.

Pelayo Quintero había estado toda su vida buscando algo que tenía bajo sus pies, que jamás pudo tocar con sus manos, pero que estaba entrelazado a las raíces de las palmeras que le dieron sombra. Felipe Benítez Reyes, en su novela «Mercado de Espejismos» describe esta circunstancia de la siguiente manera: «Quintero Atauri tuvo, en fin, un sueño, pero nunca supo que dormía sobre ese sueño… jamás se nos ocurre mirar la tierra que pisamos cada día de nuestra existencia, aunque la mayoría de las veces esa tierra pisoteada es el único tesoro accesible: un lugar insignificante para el universo».

P. Moratilla

 

 


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