HUEVA y el accidente del C-141 de las Fuerzas Aéreas norteamericanas

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Hueva (Guadalajara) mantiene viva una historia, para algunos conspiratoria y para otros misteriosa, fruto de un accidente aéreo acaecido en 1973.

Esta pequeña localidad del corazón de La Alcarria, con tan solo 143 vecinos vivió con miedo la noche del 28 de agosto de 1973 cuando un avión de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos cayó dentro de su término municipal.

Eran las 22.45 de la noche y el C-141, volaba cargado con algunos familiares de militares estadounidenses de regreso de un viaje a Atenas con destino a su primera escala en la Base Aérea de Torrejón de Ardoz, donde repostaría combustible para continuar su vuelo hasta los Estados Unidos.

Fue durante esos días en los que los vecinos de Hueva preparan todo lo necesario para realizar la vendimia, cuando el avión cayó en el paraje conocido como el «Bajón de Majahonda» quedando los restos del mismo esparcidos en un radio de más de un kilómetro.

Minutos antes, la torre de control de Torrejón había autorizado la aproximación y, a través de sus órdenes, les obligó a descender incomprensiblemente hasta en dos ocasiones porquesegún la torre volaban más altos de lo que estaban autorizados. La realidad era que volaban a 929 metros de altitud con una velocidad de crucero de 463 kilómetros por hora.

La explosión de la aeronave hizo que estallaran algunas de las ventanas de las viviendas de Hueva, lo que llevó a sus vecinos hasta el punto del accidente, donde se encontraron con una escena dantesca en la que aún se podían escuchar los lamentos de los pasajeros mal heridos. Allí encontraron al único superviviente de este accidente. El teniente copiloto William H. Ray, que contra todo pronóstico solo había sufrido la rotura de su pierna. Cuando lo encontraron permanecía sentado en su asiento, con el cinturón de seguridad todavía puesto.

Los estudios posteriores demostraron que un Phantom de la base de Torrejón realizaba maniobras en el espacio aéreo del C-141 y que ese fue el motivo que hizo descender al avión mientras pasaba su panza al ras de los tejados de las viviendas de Hueva, hasta chocar con el monte. Los testigos presenciales del suceso aseguran que el avión cayó al suelo ya en llamas.

El resultado de este trágico accidente fue de 24 muertos y un herido. El misterio lo rodea porque nunca se dio una versión oficial de los hechos, ni tampoco se hizo pública la lista de los pasajeros fallecidos, lo que ha llevado a algunos expertos en misterio a desarrollar una teoría conspirativa.

Hoy Hueva mantiene en el recuerdo la historia del avión siniestrado junto con la de su castillo, del que ya no quedan ni los restos, aunque puede presumir de su picota del siglo XVI y de la Casa Palacio de los condes de Zanoni, que dejan reflejada la historia de otros tiempos.

P. Moratilla


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