VILLAMINAYA y la Batalla del Guadacelete

Villaminaya (Toledo), ya se llamaba así en el siglo XIII. Dicen que su nombre viene de «minaya» una palabra de origen vasco que significa pastizal.

En el siglo XVI era una aldea de Toledo y estaba considerada como hacienda de importancia de Don Diego de Toledo Guzmán, caballero de la Orden de Santiago y de San Juan de la Orden de Malta. Capitán General de la caballería en Sicilia y capitán general en Orán y Mazalquivir en Argelia.

Era hijo bastardo del III conde de Teba, Juan Ramírez Guzmán y Toledo, que fue reconocido por su padre, cuando no le quedó más remedio ya que carecía de hijos varones legítimos. Su objetivo era instruirle en las artes de la guerra para cederle después todos sus cargos.

Hoy cuenta con más de 500 vecinos a los que llaman pichilines, que disfrutan de la llamada «peña manadera» una roca de la que mana agua durante todo el año.

Pascual Madoz sitúa Villaminaya a 4 leguas de Orgaz.

La población cuentan con un puente romano, llamado de Villaverde, que separa el término municipal del de Sonseca y cruza el camino romano que iba de Córdoba a Toledo. Bajo el discurre el primer tramo del río Guadacelete.

En este entorno se celebró una batalla conocida por el nombre del río en el año 854, como respuesta a la derrota sufrida por las tropas del príncipe Alhakam en tierras de Andújar ese mismo año, según relata Mario Arellano García.

La batalla enfrentó, a la unión conjunta de los reinos astur y pamplonés con la población sublevada de Toledo en contra de las tropas del emir Muhammad I de Córdoba.

Los toledanos se sublevaron a la muerte de Abderramán II como ya lo había hecho en otras ocasiones anteriores, debido a «las imposiciones fiscales y la resistencia a recibir gobernadores que no hubieran sido aprobados por la ciudad».

El rey asturiano, Orduño I, acudió a la contienda para asegurar el triunfo de la rebelión los toledanos pero lamentablemente la batalla acabó con el triunfo del emir cordobés.​

P. Moratilla


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