Donald Trump modelo de Santiago Abascal y el «caos» de EEUU

Desde hace tiempo algunos partidos e incluso Gobiernos dudosamente democráticos se han afianzado en sus posiciones al amparo del derecho de libre expresión, pero en ocasiones deslindar la libertad de expresión del totalitarismo y de la vandalización de la información veraz se hace muy difícil.

La política ha consentido pronunciamientos excluyentes con los “negros”, los “latinos”, los “rojos”,  los inmigrantes o las mujeres, dentro y fuera de nuestras fronteras aunque el caso  más notable indiscutiblemente es el del presidente de los Estados Unidos, hasta su llegada primera potencia mundial, que durante toda una legislatura ha utilizado las redes sociales para vilipendiar colectivos al tiempo que jugaba con instituciones internacionales de valía histórica y un arraigado prestigio mundial como la ONU, la OMS o la OTAN, entre otras, actualmente por los suelos, como producto de las “fake news” tan abundantes en el presente y que tanto les gusta usar a los partidos de extrema derecha.  

Al principio eran motivo de risa o broma las atrocidades que se decían y que rompían con creencias históricas. “No existe el cambio climático”; “no existe la pandemia”; o a nivel nacional la calificación de “asesinos” a dos políticos modelos de la historia de España como Indalecio Prieto o Largo Caballero, llegándoseles a colocar al mismo nivel del dictador Franco por la extrema derecha española. Dentro de nuestras fronteras se ha llegado a decir y a defender públicamente que no existe la “violencia de género” e incluso, a pesar de la grave situación sanitaria que se atraviesa actualmente, se ha consentido que los políticos pierdan el tiempo en debatir una moción de censura que no tenía ni candidato, ni programa y que solo respaldaba un partido político sin mayoría en el Congreso, mientras la población moría en las residencias solos, sin vacunas ni medicinas que permitieran una situación diferente. Esto junto con las graves consecuencias económicas eran realmente los problemas de la ciudadanía. Por si todo ello fue poco ya han anunciado un segundo intente para el próximo mes de febrero.

Al principio de esto todo nos parecía tan surrealista que dibujaba una sonrisa en los rostros de los que creían arraigada con fuerza la democracia en la sociedad. La inmensa mayoría de la gente pensaba que no llegarían muy lejos, pero han llegado tan lejos, como para buscar a un grupo de militares jubilados dispuestos a “fusilar a 26 millones de personas” en nuestro país.

Consentir estos pronunciamientos, sin consecuencias, como que el fusilamiento de trece mujeres, en su inmensa mayoría menores de edad que defendían el régimen constitucional instaurado en su tiempo, y que fueron asesinadas por pertenecer al Partido Socialista en su inmensa mayoría, “eran violadoras y asesinas de patriotas”, mientras se archivaba la demanda porque el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen, solo puede ser denunciado por las personas afectadas, que en este caso están sepultadas en una fosa común en el cementerio de La Almudena de Madrid, no tiene calificación.  

Quienes realizan estas afirmaciones acostumbran a denunciar el daño moral que hacen los insultos y otras manifestaciones a la iglesia católica, por poner algún ejemplo, pero en este caso no tienen en cuenta el daño moral que ocasionan sus palabras a quienes piensan, apoyados en los libros de historia y las sentencias judiciales, frontalmente lo contrario que ellos, y se les sigue consintiendo.

Ahora con el espejo Trump-Abascal, imposible de no contemplar siguiendo el mismo prisma, hemos visto de lo que es capaz la derecha radical cuando pierden las elecciones.  Hemos visto como este 6 de enero, la comunidad internacional ponía sus ojos sobre los Estados Unidos, sin dejar de comparar situaciones, palabras, arengas, mentiras, comportamientos de estos individuos sin escrúpulos, para los que lo único que cuenta es un puñado de votos que les otorguen el triunfo para creerse los dueños de universo.

La cordura se ha impuesto en EEUU con su vicepresidente, que no ha seguido las directrices de un “enfermo mental” que alienta a la revuelta a sus seguidores a través de las redes sociales y luego les pide que vuelvan a casa “pero que no olviden que les han engañado” sin tener ni una sola prueba que demuestre sus afirmaciones; de la misma manera que no las tienen Olona ni Ortega Smith para hablar de Largo Caballero, Indalecio Prieto o las Trece Rosas.

Estas cosas pasan, cuando se van dejando pasar otras que comienzan siendo copos de nieve y terminan siendo un alud.

LA VIGESIMO QUINTA ENMIENDA

La Constitución norteamericana tiene una herramienta para solventar la situación que es la vigésimo quinta enmienda. Si los actos vandálicos del Capitolio han hecho que muchos ciudadanos del mundo esta noche durmieran menos horas, esos mismos ciudadanos están esperando una salida justa para esta situación, que es la aplicación de la vigésimo quinta enmienda de Constitución norteamericana; o lo que es lo mismo la destitución de su presidente por imposibilidad para seguir gobernando, a 14 días de abandonar la Casa Blanca, que no deja de ser del todo lamentable.

Los norteamericanos han aguantado toda una legislatura, en la que las atrocidades han ido creciendo poco a poco. Han sufrido la desidia en la lucha contra una pandemia que se ha cobrado 350 mil muertos, los últimos días a  razón de 3 mil diarios, que no han tenido “funeral de Estado”, homenaje ni recuerdo para las víctimas. Su todavía presidente, Donald Trump, discute la eficacia de la vacuna y trata de evitar el uso de mascarilla, precisamente en un país que no tiene garantizada la atención sanitaria, ni se le regalan las mascarillas para salir adelante. Estos son los actuales Estados Unidos bajo la dirección de un presidente que reunía muchas cualidades para ser presentador de TV con buenas audiencias; tenía todos los ingredientes de un verdadero showman, pero ya está bien de que se cuelen en la política egocéntricos de tres al cuarto que se consideran los reyes del mambo.

La aplicación de la vigésimo quinta enmienda de la Constitución de Estados Unidos, sería la lejía necesaria para limpiar la empañada credibilidad política y económica de Norteamérica, al tiempo que es la medicina necesaria para que “otros” vayan poniendo “sus barbas a remojar”, porque si hay algo con lo que no se debe jugar es con la Democracia.

P. Moratilla


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