CONSTANTINO ROMERO, la “estela” de una “voz”

Constantino Romero nació en 1947 en Alcalá de Henares, por casualidad, ya que su padre, de profesión “funcionario de prisiones”, estaba destinado en ese momento en la localidad madrileña. En realidad su familia era de Chinchilla de Montearagón (Albacete).

Se inició como locutor en Radio Barcelona en 1965 y consiguió llegar a RNE, gracias a que su tono de voz no dejaba indiferente a nadie. Con ello en el bagaje llegó en 1985 a TVE con el concurso “Ya sé que tienes novio”. El propio Romero reconocía años después que aquello fue un fracaso pero que le sirvió para llamar la atención de los jefes de la Casa que poco después confiaron en él para «El tiempo es oro». Después vino Antena3 y por supuesto Castilla-La Mancha TV en 2002.

Fue “la voz” de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992. Presentador de innumerables galas y protagonista acústico de infinidad de spots publicitarios, pero también fue más allá y se convirtió en actor teatral, y también de doblaje, donde fue todo un referente.

Gracias a él pudimos escuchar en un perfecto castellano a Clint Eastwood, James Earl Jones, Roger Moore, Arnold Shwarzenegger, William Shatner, Michael Caine o Sean Connery entre otros. Incluso hizo famosa la frase de “Me llamo Bond, James Bond”.

Contaba en una entrevista, que su amigo José María Bardaji tenía un hijo que adoraba “La Guerra de las Galaxias” y al que le costaba trabajo comer cada día. Constantino le grabó una nota, sacando su voz de Dark Vader,  en la que le decía que “debía comer” y el niño no volvió a rechistar.

Aunque para ellos, para los más pequeños puso voz a Shere Khan en el Libro de la Selva y a Mufasa en el Rey León.

En 2010  fue la voz del castillo de Chinchilla de Montearagón en la obra “El Techo”.

Se retiró sin más, una vez conocido su diagnóstico de Esclerosis Lateral Amiotrófica y cinco meses después falleció.  

En su honor se crearon los Premios Constantino Romero, en el FestVal para reconocer la importancia de la voz de diferentes personajes.

Constantino se marchó dejando una estela luminosa de sonido que había salido de una emisora de radio pero que consiguió impregnar gran parte de la geografía de un sonido con fuerza pero dulce. Una voz seria pero con chispas de humor; las de un Albacetense que no necesitó más herramienta en su vida… que su talento y el eco de su voz…

P. Moratilla


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