La plaza de Zocodover de Toledo. De mercado a punto de encuentro

Cualquier visitante de Toledo sabe que no podrá marcharse de la ciudad sin ver la Catedral primada de España; el Alcázar de Toledo y la Puerta de Bisagra, pero no suelen saber que no se marcharán de aquí sin pisar la Plaza de Zocodover, centro neurálgico de la ciudad y punto de encuentro en la actualidad, pero ¿Estuvo siempre ahí Zocodover?

Zocodover está en Toledo desde el siglo XVI, cuando los Reyes Católicos decidieron hacer un ensanche en la calle, en el año 1502, ya que el Alcázar carecía de plaza propia, y con tal objetivo lo aprobaron.

Juan de Herrera fue en responsable de su diseño, ya en tiempos de Felipe II. El mismo arquitecto que estuvo presente en el Palacio de Aranjuez, en San Lorenzo de El Escorial e incluso en la remodelación de la fachada sur del Alcázar de Toledo.

Con él se crearon los soportales de arquitectura típicamente castellana, pero la  unión con el Alcázar se hizo imposible por el elevado desnivel entre ambos (23 metros), situación que exigía excavar en la roca.

Esta obra tuvo que ser retocada en 1589 como consecuencia de un incendio.

Fue en el siglo XVII cuando se decidió ampliar aún más la plaza. Con este objetivo en el año 1616 el Ayuntamiento de Toledo decidió comprar y derribar varias casas, para de esta manera ensanchar la entrada desde Zocodover, a la conocida popularmente como “calle Ancha”, aunque su nombre real es la calle Hombre de Palo.

Este mismo año se aprobó el mercadillo, que se vino celebrando en este lugar hasta los años 50.

Poco a poco las costumbres y los toledanos, la fueron configurando tal y como la conocemos hoy. En ella se hacían corridas de toros y se organizaban cucañas en las fiestas locales, pero también en ella la Inquisición realizaba autos de fe y se llevaban a cabo las ejecuciones públicas de los reos. Tuvo picota y clavicote (jaula en el centro de la plaza donde se exhibían los cadáveres de los fallecidos sin familia o que no eran reconocidos por esta) donde se instalaba una hucha para recaudar fondos.

Por ella paseó el suegro de Fernando de Rojas su San Benito inquisitorial como penado, Allí “El Lazarillo” buscó amo a quien servir y allí encontró al escudero que tan mala vida le dio.

Cervantes la consideró como “uno de los centros principales de la picardía” en La Ilustre Fregona e insistió con ello en Rinconete y Cortadillo. Incluso en El Quijote la cita en dos ocasiones.

Por allí pasearon y probablemente inspiraron su obra a Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz, Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón o a Bécquer, entre otros.

En 1926 tomó el aspecto definitivo con el que la conocemos hoy, con su forma de glorieta central y calles circundantes y además se hicieron unos evacuatorios subterráneos en el centro de la plaza. En 1933 se colocaron los bancos de piedra.

Tras la destrucción de la Guerra Civil, sufrió su última restauración importante en el año 1961, sobre todo en el pavimento. Momento que se aprovechó además para anular los evacuatorios públicos subterráneos.

Aunque los turistas vengan sin conocer Zocodover, sin duda es el corazón de la ciudad de Toledo, donde ocurren los grandes acontecimientos y los más maravillosos y casuales encuentros entre los vecinos de la ciudad.

P. Moratilla


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