126.- VALDELCUBO y su desaparecida atalaya

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Paseando por Guadalajara, en su sierra norte y muy cerca de Sigüenza, volvemos a encontrarnos con un municipio de nombre original: Valdelcubo, que puede llevarnos a una imagen mental equivocada. Es casi seguro que este nombre nos induzca a pensar en un cubo con asa, de plástico o metálico de zinc, pero nada más lejos de la realidad.

En la arquitectura románica prevalecen los elementos geométricos como los cubos, prismas, pirámides y cilindros, que modelan los edificios, para darles una apariencia sólida. Cuenta la tradición popular que en Valdelcubo durante la Edad Media, debió existir una pequeña atalaya con forma de cubo y es la que dio nombre al municipio.

Ya casi en la provincia de Soria es una localidad que tiene 58 habitantes aunque su época de mayor índice poblacional fue la década de los 40 en que llegó a haber 380 vecinos.

Por su término municipal pasa el río Salado, antiguamente llamado Gurmellón. Justo a su paso por la localidad se une al arroyo Bernal y desde Santomera forma el embalse de Atance. El río recibe este nombre porque atraviesa materiales solubles que hacen que agua se cargue de cloruro de sodio. Esta es la razón por la que Valdelcubo forma parte del llamado Valle y Salinas del Salado, una extensión de 11.585,19 hectáreas  pertenecientes a la Red Natura 2000, como Lugar de Importancia Comunitaria y Zonas de Especial Protección para Aves (ZEPA).

Valdelcubo tiene en ruinas su ermita de la Virgen de la Zarza datada entre el siglo XVI y el XVII. Su mal estado le llevó en 2011 al derrumbe de su techo y parte de sus paredes. Actualmente y ante la inacción del obispado, propietario de la misma, los vecinos han decidido su reconstrucción.

Esta localidad pertenece al 10º tramo de la Ruta de Don Quijote, ya que supuestamente fueron estas las tierras que atravesó Alonso Quijano de camino a Barcelona, que tras varios días de convalecencia salió de la ciudad diciendo aquello de “¡Aquí fue Troya !Aquí mi desdicha, y no mi cobardía, se llevó mis alcanzadas glorias, aquí usó la Fortuna conmigo sus vueltas y revueltas, aquí se escurecieron mis hazañas, aquí finalmente calló mi ventura para jamás levantarse”.

P. Moratilla

 

 


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