NAVAHERMOSA entre la realidad y la leyenda

page

Ubicada en el valle que antaño se llamó «Nava de las Hermosas», se encuentra la localidad toledana de Navahermosa, en el entorno de los Montes de Toledo muy cerca del Parque Nacional de Cabañeros, rodeado de arroyos de los que el más conocido es el del Torcón, con sus afluentes Gimena y Valle Gutiérrez, sin dejar atrás el río Cedena que hace de frontera natural con sus vecinos de Los Navalmorales. Su cota más alta es La Galinda a 1.141 metros de altitud.

Los pobladores de la zona existen desde tiempos inmemoriales, aunque uno de los recuerdos que ha permanecido en el tiempo es un vaso con asa de bronce de la época romana que hoy se encuentra en la Real Academia de Historia.

La palabra mágica para sus habitantes es «La Milagra». Fiesta mayor que celebran en conmemoración del milagro acaecido en época de sequía, que comparten con su vecino pueblo de Hontanar.

Navahermosa requiere sentarse junto a los ancianos del lugar que relatan historias de otros tiempos, con protagonistas Templarios, Brujas o enamorados.

Entre su patrimonio está el castillo de Dos Hermanas. Uno de los más antiguos de la provincia de Toledo. De origen templario y que correspondía a la encomienda de Montalbán como punto defensivo de la ciudad de Toledo.

Dicen que Dos Hermanas era una aldea de pastores y colmeneros que en su dispersión fundó lo que hoy conocemos por Navahermosa. Cuenta la leyenda que en el castillo vivían dos princesas moras, que se aparecían a los viajeros en forma de animal y que aprovechan la noche de San Juan para bañarse en el arroyo Marlin. Algo que nos recuerda a lo que ocurre en Munera con «La Encantá», aunque no hay constancia en la leyenda de Navahermosa de que las princesas hablen ni  ataquen a los hombres jóvenes que se encuentran a su paso.

Pero esta no es la única leyenda que nos regala el castillo. Cuenta Felipe Perea, que en la aldea de Dos Hermanas veneraban una Virgen que se encontraba en la capilla del castillo. Un día mientras los feligreses oían misa, una cierva extraviada cruzó la capilla. Los asistentes corrieron tras ella, incluido el sacerdote oficiante. Eso sentó mal a la Virgen y condenó a los aldeanos a vivir errantes durante tres generaciones. Los aldeanos avergonzados se establecieron primero en Castillejos, luego en Cedenilla y por fin en Navahermosa.

Ya dentro del pueblo, Ventura Leblic, relata una historia con final de leyenda en la Cruz de Doña Juana. Joven viuda con una doncella a quien su novio cortejaba hasta que llegó un capitán que pretendió en balde conseguir sus favores. Los celos fomentan el duelo, entre ambos, que da como resultado la muerte del joven navahermoseño. Hasta aquí la historia del siglo XVIII. La guinda de leyenda la pone una Cruz que Doña Juana mandó colocar en el lugar donde se produjo la muerte. El propio Leblic explica como imposible al ser la cruz más antigua que los hechos acaecidos.

P. Moratilla

 

 


Deja un comentario