MILMARCOS y el “mingaña”

Milmarcos (Guadalajara) aparece en el siglo XII como límite de la Comunidad de Aldeas de Calatayud. La Comunidad de Aldeas era una figura de la Edad Media utilizada en el reino de Aragón, en tiempos de Alfonso I “El Batallador”. Se trataba de un conjunto de aldeas que se unían para defender una ciudad o villa mayor y cercana de la que solían tomar el nombre. Así Milmarcos estuvo durante un tiempo encuadrada en la efímera provincia de Calatayud, creada en 1821, para pasar a pertenecer a la provincia de Guadalajara en 1833.

Cuando Alfonso I de Aragón reconquistó Molina de Aragón, se mantuvo en este territorio. Milmarcos, por lo tanto, perteneció al señorío de Molina y se encuentra en el límite de Guadalajara con la provincia de Zaragoza.

En su paisaje y a más de 1.000 metros de altitud, aún están visibles la “posada vieja” también conocida como la Casa de los Angulo y la Casa de la Inquisición, con el escudo del Santo Oficio en su fachada, situada en la calle que define muy bien lo que había en el interior de esta casa: la calle oscura.

El Ayuntamiento fue mandado construir por Carlos II en el siglo XVII y la plaza mayor cuenta con dos olmos centenarios.  

El pueblo ha destacado tradicionalmente por la ganadería con la existencia de dos ferias anuales de ganado.

Pero si hay algo que hace a este lugar diferente es la existencia de una jerga utilizada por los esquiladores cuando estaban fuera de sus dominios, con el objetivo de poder comunicarse entre ellos, sin que el dueño del ganado entendiera ni una sola palabra de lo que se decía. Esta lengua es conocida como Mingaña, que algunos asocian a  “me engaña” y dicen que era utilizada en Milmarcos pero también en Fuentelsaz. El resultado de la misma es una especie de mezcla entre el catalán, el valenciano y el vasco

Actualmente Blanca Gotor, hija de esquilador y licenciada en Bellas Artes, se ha propuesto que esta lengua no caiga en el olvido y ha escrito algunos cuentos en mingaña e incluso ha elaborado un diccionario. Por ella hemos sabido que al agua le llaman “oreta”, que el alcalde es el “junco”, que al abuelo se le llama “conscojan” y que a los viudos se les define como “barrabás”, por poner algunos ejemplos.  

P. Moratilla


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