Rufino

Rufino forma parte de la “banda sonora” del barrio toledano de Santa Bárbara. Dicen que los Toledanos son especialmente reservados, tardan en abrirse a los extraños y guardan con recelo su vida hasta que la frecuencia de los encuentros con las caras, hacen a estas familiares dando la confianza suficiente como para dirigirles la palabra (tal vez ese es el secreto de ser la ciudad “de las tres culturas”) por eso sé que Rufino no es toledano, aunque debe llevar toda la vida en el barrio.

Pasea sus muchos años por las calles, con su gorra blanca en verano y negra en invierno y su andar cansado pero decidido. Conoce a todo el mundo a fuerza de encontrarse con ellos por la calle y una larga vida le ha demostrado que su saludo de cada día es capaz de sacar una sonrisa a vecinos y visitantes porque, para él, no hay diferencia.

La panadería, la frutería, el parque y los jardines. Cualquier sitio es propicio para encontrarse a Rufino, siempre caminando, nunca parado. Como si la vida de trasiego que tuviera cuarenta años atrás se mantuviera vigente, obligando a sus cansados pies a caminar sin descanso. Rufino no es de bares, pero saluda a los clientes de las terrazas, a las madres que vigilan el juego de los niños, a las abuelas que acompañan a los nietos y a quienes pasean al perro. Da igual si son o no vecinos. Si son toledanos, chinos, colombianos o marroquís.

Cada mañana, cuando el sol comienza a despertarse, es frecuente encontrarse a Rufino en las calles con su letanía diaria, saludando a todo el mundo que se encuentra: “Ya vamos a la tarea” “¿todos bien? ¿La familia bien?” “da recuerdos…” “bueno… que nos veamos, lo importante es que nos veamos”. Y por eso cada día sale a la calle a comprobar que sus deseos diarios se hacen realidad, para volver a encontrarse con las mismas caras y así prorrogar un día más sus deseos, “que nos sigamos viendo…”.

Para los paisanos de toda la vida, puede parecer “cansino”, pero para los que un día vinimos de lejos, Rufino es la bienvenida, el calor del barrio, la vecindad cariñosa, quien evita los silencios del “novato” o el anonimato del recién llegado. Es quien te une al barrio y con quien se aprende a quererle, porque Rufino forma parte de su paisaje y sus sonidos. Es la primera chispa de cariño a un lugar, que podría haber sido hasta entonces desconocido. Es el primer paso para llegar a sentirte toledano y singularizarte como hijo del barrio de Santa Bárbara.

Gracias por tanto Rufino y … ¡¡¡que nos sigamos viendo¡¡¡

P. Moratilla


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