Bisagra. Puerta de entrada en Toledo

La Puerta de Bisagra es indudablemente una de las señas de identidad de la ciudad de Toledo. Es sin duda la imagen mental de muchos ciudadanos cuando se les habla de este punto geográfico.  

 Estoica y altiva da la bienvenida a sus visitantes y raro es el que se va sin haberla visto. Sin embargo, son  menos los que conocen de la existencia de la conocida como Puerta vieja de Bisagra o Puerta Antigua de Bisagra, incluso para algunos sigue siendo la Puerta de Alfonso VI.

Por ella entró el rey a Toledo, el 25 de mayo de 1085, con sus soldados, cuando estaba invadida por los árabes y a pesar de que esta estaba defendida por un gran número de mahometanos.

Pedro de Ansurez, amigo personal del rey, se adelantó un día antes hasta ella, para comprobar la situación en la que se encontraba y recibió una lluvia de flechas que fueron esquivadas por la habilidad del cristiano y por su caballo. Cuando llegó a la puerta, la golpeó insistentemente con un hacha hasta conseguir arrancarle los aldabones que entregó como triunfo al rey.

Esa era la señal. La puerta estaba dispuesta para ser atacada, así que al día siguiente, Alfonso VI entró en Toledo acompañado de su séquito, adentrándose en la ciudad, hasta la mezquita del Cristo de la Luz, (aunque existen  otras versiones que hablan de la entrada de Alfonso VI en la ciudad de Toledo, por el Puente de Alcántara).

Sea como fuere lo cierto es que la Puerta Vieja de Bisagra, fue la puerta de acceso al interior de la muralla toledana durante al menos cinco siglos y es el lugar donde arranca la célebre leyenda del Cristo de la Luz, pero eso… será otra historia.

Se sabe que en el siglo XVI la puerta de Bisagra se encontraba en muy mal estado, por lo que se acometió una reforma que cambiaría el entorno. El rey Carlos I mandó tapiar la vieja puerta y levantar una nueva que lleva su escudo, para convertirla en la principal entrada de Toledo. De esta manera acaparó todo el protagonismo, tan solo unos metros más arriba, de la vieja puerta de Bisagra.

Bisagra era el lugar en el que residía el alcaide de la puerta, encargado de recaudar los impuestos de “portazgo”, a todos aquellos que la cruzaran, siendo el lugar donde más impuestos se recaudaban, ya que era la puerta con más tránsito de Toledo.

El arquitecto torrijeño Covarrubias se encargó de este trabajo y pensó para ella una plaza delantera que nunca se hizo, pero en su vértice se puede ver un ángel custodio, guardián y protector de la ciudad.

Si hoy Toledo es una ciudad mágica y enigmática,  hay que imaginarse como era en aquel tiempo. Tal vez por este motivo se colocó este ángel, junto a un TAU. Uno de esos signos religiosos que llevaban a la población del momento a confundir la religión con la superstición.

En 1946, su torreón derecho se vino abajo por lo que fue levantado íntegramente.

Con posterioridad (en 1958) se colocó en su patio interior una estatua de Carlos I.

P. Moratilla


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