ANTONIO MOLERO, el rey de las series

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Antonio Molero nació en Ajofrín en el mes de enero de 1968, como Urdangarín y como Felipe VI. El año en el que Guinea Ecuatorial se independizó de España; se jugaron los Juegos Olímpicos en México; apareció un manuscrito de Leonardo da Vinci con 700 páginas en la Biblioteca Nacional y la banda terrorista ETA asesinó por primera vez.

Antonio Molero es un nombre que suena a los usuarios de la pequeña pantalla, aunque el público en general le identificará más con Hipólito Moyano (Poli) de «Médico de familia», con Tomás en «Siete Vidas», con Fructuoso Martínez (Fiti) en «Los Serrano», con Mateo Díaz en «Águila Roja» o con Benito en «Amar es para siempre».

Antonio es un personaje peculiar, que siempre deja entrever su personalidad de «buena gente», con aspecto camaleónico, y sonrisa franca y abierta en todas sus intervenciones de la pequeña y gran pantalla, y también del teatro. No hay serie famosa en nuestro país, que no haya tenido algún papel para Antonio Molero, «Los ladrones van a la oficina», «Hospital Central» y próximamente «Madres».

El toledano es una de esas personas que nunca dejarán de parecer un «buen chico» aunque sus papeles sean de ancianos o jubilados. Un hombre que escapa de las muchedumbres, pero que es un poco claustrofóbico, que representa sus papeles creyéndoselos porque «si él se los cree, consigue que el público le crea«. Por eso y por el tiempo que dedica a la observación de la «gente común» llega a echarlos de menos, porque «les coge cariño y por eso nunca se van«.

De entre todas las frases que he escuchado a este ajofrinero y por ende castellano-manchego, hay una que quiero destacar, citada en una entrevista. Preguntado por el éxito, su respuesta fue contundente: «El éxito te hace más débil y te aísla de la sociedad. El fracaso, si sabes levantarte y seguir luchando te ayuda a crecer«.

P.Moratilla


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